Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, hermanos sacerdotes, diáconos y seminaristas, mujeres y hombres religiosos de vida consagrada,
Les escribo con gran esperanza y confianza en que Dios está cerca de nosotros en estos días tan difíciles. No debemos dudar de que nuestras preocupaciones diarias son también Sus preocupaciones. Y nadie conoce nuestras necesidades mejor que la madre de Jesús, María.
Acudimos a ella con devoción y confianza el año pasado cuando nuestra diócesis fue consagrada a Jesús a través de la Virgen de Guadalupe. Este ha sido uno de los momentos más importantes en mi camino espiritual con María quien es mi compañera y guía en mi camino de discipulado con su Hijo Jesucristo, y soy testigo de primera mano del renovado fervor y deseo de servir a Dios y a Su Iglesia en las parroquias, escuelas e instituciones de nuestra diócesis.
Estoy muy contento de la respuesta espiritual con la que la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, junto con la Conferencia Canadiense de Obispos, está enfrentando la lucha contra la pandemia. El arzobispo Gómez de Los Angeles, quien es el presidente de la Conferencia en los EE.UU, dirigirá las oraciones de consagración a Nuestra Señora, dadas por el Santo Padre Francisco el año pasado en la nueva festividad del calendario litúrgico incluida bajo el título, María, Madre de la Iglesia.
En efecto, María, que es la Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros, tiene una profunda preocupación por todos. Invocaremos su cuidado maternal, para que nos mire con misericordia y compasión durante la prueba, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte que muchos han experimentado en estas últimas semanas debido a la pandemia COVID-19. En definitiva, sabemos que sólo Dios puede traernos el milagro de la sanación, la paz y la vida nueva. La Virgen, más que nadie comprende el misterio de la voluntad de Dios.
Por lo anterior, invito a toda nuestra diócesis a que con confianza nos volvamos nuevamente a María y me acompañen este viernes 1 de mayo a las 4 p.m. en la Misa que se transmitirá en vivo desde la Catedral de San Francisco. También los invito a conectarse a las 3:30 p.m. en la transmisión en vivo del Santo Rosario dirigido por algunas de las religiosas de nuestra diócesis. Al unirnos en oración en toda nuestra diócesis, estaremos unidos de manera sobrenatural al Cuerpo de Cristo presente en los Estados Unidos y Canadá, buscando juntos la protección y la ayuda de María, la Madre de la Iglesia. Mayo, en particular, es el mes de nuestra Santísima Madre, así que ¡cuán apropiado será unirnos en este día para implorar su ayuda y recordar que ella siempre está con nosotros!
En estos días, María nos ve y nos apoya mientras trabajamos para derrotar este terrible flagelo en nuestra tierra y en nuestro mundo. Ella se une a nosotros para tender la mano a nuestros feligreses, a los enfermos, a los moribundos, a quienes están en duelo. Ella guía el trabajo dedicado de nuestra comunidad médica y científica y el heróico trabajo que realizan en el cuidado de los enfermos y la búsqueda de vacunas. Ella nos consuela mientras enterramos a nuestros muertos y asiste a los trabajadores en los cementerios y a los directores en las funerarias. Ella guía a nuestros maestros, padres y a todos aquellos que llevan a cabo el trabajo de educar a nuestros jóvenes, especialmente en el conocimiento de la verdad y de nuestra fe. Por último, nos protege mientras cuidamos a los pobres, quienes son a menudo los que más sufren la recesión económica que también nos aflige. Sí, tenemos que volver la mirada y pedirle que nos levante en este momento y nos acerque a su amado Hijo Jesucristo.
Los mantengo todos los días en mis oraciones y pensamientos, a pesar del distanciamiento social, ustedes están cerca de mí. Les pido que continúen orando por mí y por las buenas obras de nuestra diócesis. ¡Por favor, únanse a la oración el 1 de mayo cuando comenzamos el mes de María!
Con los mejores deseos renovados, quedo
Suyo en Cristo,
Reverendísimo James F. Checchio, JCD, MBA
Obispo de Metuchen